Últimamente me estoy encontrado en los supermercados una manera de vender los tomates, supuestamente para que nos duren más: en un pack de cuatro, se meten dos que ya han madurado y otros dos que todavía están verdes. La idea es buena, sobre todo para los que viven solos o no los comen habitualmente, pero tiene un problema: que luego es complicado conseguir que madure correctamente para aprovecharlo bien. Es decir, que lo que era un truco de ahorro a la hora de comprar se puede volver en nuestra contra y acabaremos por comer una ensalada con tomate sin madurar.
Hay un par de pequeños trucos que os puede ayudar a utilizar mejor estos tomates verdes para que, cuando los necesitéis, estén listos. Si no queréis hacer uso de ellos en cuatro o cinco días, sino que tenéis previsto usarlos en una semana, lo que podéis hacer es envolverlos individualmente en papel de periódico y colocarlos en una cesta o en una caja de madera sin exponerlos al sol. No podemos apilarlos, porque si lo hacemos habrá zonas que maduren antes que las demás y se perderán.
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Si, por el contrario, lo que necesitamos es que estén listos en un par de días como máximo, hay que hacer algo que requiere más atención. Sacamos los tomates que queramos a una ventana en la que dé el sol y los dejamos allí. Después de medio día (o uno, si vemos que la maduración va lenta), giramos el tomate, exponemos la otra cara (la que antes se había quedado a la sombra) y dejamos que tome el sol otro medio día (o un día entero, ya digo que depende de cada tomate y de lo maduro que estuviese).
Así conseguiremos controlar mejor cuándo podremos utilizar estos tomates y evitar sorpresas desagradables. El calor de las calefacciones, por ejemplo, tienden a hacer que el tomate madure sin que nos demos cuenta y podemos pensar que aún está verde y, sin embargo, ya se está empezando a pudrir. Recordad, además, que en caso de que no hayáis conseguido que maduren a tiempo, siempre queda la opción de hacer una receta con tomates verdes.
Foto | Cygnus921 en Flickr
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