Con mi banco hasta que la muerte nos separe

Con mi banco hasta que la muerte nos separe
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Es la impresión que tenemos muchos de nosotros una vez que entramos en una oficina bancaria. Y esta impresión se ve reforzada por la constitución de una hipoteca en dicha entidad. Nos convertimos en clientes vitalicios de las entidades, lo mismo que cuando pasamos por el altar.

Y lo mismo que en los altares, también nos podemos divorciar de las entidades financieras. El procedimiento es muy simple y la filosofia a poner en práctica es muy sencilla: Yo soy el cliente, este producto no me interesa porque la competencia me lo da en mejores condiciones y lo contrato con él.

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En los círculos financieros, los clientes que nos consideramos “cazagangas” se nos denomina subasteros, puesto que cogemos la mejor oferta de la entidad financiera de turno y cuando se acaba nos vamos. Y esa es la filosofía que tenemos que seguir para gestionar nuestras relaciones financieras.

Estudiar qué necesitamos y que no necesitamos, comparar con la oferta en el mercado y por supuesto, negociar condiciones con nuestra oficina. Muchas comisiones que se cobran en las cuentas corrientes pueden eliminarse o reducirse drásticamente con una mera conversación en nuestra oficina. Es un ahorro práctico solucionable con una conversación.

Además, por pedir no se pierde nada y si voy a contratar una cuenta corriente por ejemplo, hay que intentar que nos cobren el mínimo posible de comisiones por ejemplo. La operatoria bancaria hay que entenderla como quién se va de compras; Nosotros somos los clientes y ellos son los que necesitan vender, por lo que un poco de ventaja siempre tenemos. 

Vía | eleconomista.es
Imagen | boricualaw.com

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