Haz la prueba, acércate al armario donde los guardes y cuéntalos.....¿8/10 o más? y ahora hagamos un poco de memoria e imaginemos ese mismo armario en casa de nuestros padres, ¿tenían menos verdad?, pero eso no significa ni de lejos que limpiaran menos.
Piensa por ejemplo en el cuarto de baño, enumeramos algunos y nos encontramos con lejía con detergente, el pato que lucha contra los bichos, el agua de la cisterna queremos que sea azul, el cristal del espejo con spray brillo total, la cal de la mampara con otro spray con fuerza rosa, para los grifos uno mágico contra el óxido, los azulejos con una bayeta con puntitos absorbentes, la taza con otra (sic), la fregona con filamentos limpiadores, la estantería de madera con un repelepolvo, vuelta a los azulejos (otro para las juntas), etc, etc.
A parte ambientadores que parecen figuritas del todo a cien, los que se enchufan y los que prometen mil toques con la dosis exacta.
Ahora solo tienes que hacer un cálculo por encima para saber que en productos de limpieza nos gastamos más de la cuenta. La publicidad se nos mete por los ojos, recuerda que se usaba antes de que llegara tanto marketing, sin ir más lejos para mi las verdaderas estrellas limpiadoras son el amoniaco y la lejía, los de toda la vida.