Leo en El Blog Salmón un post muy interesante sobre la picaresca hostelera y me viene a la cabeza una situación vivida por mí este verano. Siempre hay pícaros y pícaros pero a mi en diversas situaciones les llamaría casi ladrones o casi estafadores. Lo que es, es y lo que no es, no es.
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Si un precio está estipulado en un local no entiendo por qué engañar a personas que suponemos no hablan nuestro idioma, suponemos que son ricos y se lo merecen sin pararnos a pensar que hacemos bastante daño al turismo y que si se dan cuenta nos desprestigiarán donde quieran que vayan.
Hace un mes acompañé a mi familia (francesa) a comprar cerezas a otra localidad cercana, yo no hablé al principio y me mantuve callada ya que estaba mirando otras cosas, no lo hice a propósito. Ellos hablan perfecto castellano pero se nota su acento francés, mi sorpresa fué al darme cuenta de que las cerezas ofrecidas en almacén habían multiplicado de precio, no eran frescas si no de cámara y ya no eran picotas si no de las cerezas a que les quitan el rabo para que lo parezcan.
¿Ahorro?, si y mucho para nosotros ya que no las compramos, querían darles gato por liebre y ellos pagarse las cañas de ese día a costa del turista, ¿pérdidas?,para ellos y para los demás muchas también y no vuelven a comprar con confianza en ningún sitio de la zona.
Imagen | loungerie
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