Dios da pan a quien no tiene dientes

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Si decimos que “la lotería es el impuesto de quienes no saben matemáticas”, no es de extrañar que a muchos a los que les toca no sepan cómo administrarla y terminen dilapidando su fugaz fortuna. Es el caso de Callie Rogers, quien con 16 años ganó en la lotería un premio de 3 millones de euros y ahora, con 22, está en la bancarrota.

Tras unos cuantos desengaños y despilfarros en fiestas (llegó a gastar 400.000 euros en cocaína) ahora afirma que desearía no haber ganado jamás ese premio. Parece no haber comprendido que el problema está en ella misma, no en el dinero.

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Sin embargo el comportamiento de la joven es, llevado a su extremo, exactamente el mismo que el de la mayoría de adultos al recibir su paga extra, la devolución de hacienda o cualquier dinero extra: inmediatamente sus necesidades aumentan en la misma medida que su cuenta corriente, sin pensar en absoluto en ahorrar una parte.

Particularmente no suelo participar en juegos de azar, pero yo en su lugar lo primero que habría hecho sería liquidar la hipoteca y ahorrar e invertir como mínimo dos tercios del premio diversificándolo lo suficiente. Por supuesto me daría algún capricho, pero sin excentricidades. Y haría unos cuántos viajes, pero sin derrochar en lujos innecesarios.

Vía | MenéameNews of the world
Foto | IsraSeyd
En Ahorro diario | Lotería: el impuesto de la irracionalidad

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